«Bosque encantado»: un juego de EMOCIONES
Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades.
Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.
Las emociones se clasifican en positivas y negativas en función de su contribución al bienestar o al malestar. Todas ellas cumplen funciones importantes para la supervivencia.
¿Cuáles son las emociones básicas?
MIEDO: Lo sentimos ante un peligro (real o imaginario). Permite evitar un peligro y actuar con precaución.
SORPRESA: Sentimos sobresalto o asombro ante un ruido fuerte o ante una situación inesperada. Es un sentimiento que nos ayuda a orientarnos ante una situación nueva.
AVERSIÓN: Sentimos disgusto o asco hacia aquello que tenemos delante. Nos produce rechazo y solemos alejarnos.
IRA: Aparece cuando las cosas no salen como queremos o nos sentimos amenazados por algo o alguien. Resulta de utilidad cuando impulsa a hacer algo para resolver un problema o cambiar una situación difícil.
ALEGRÍA: La sentimos cuando conseguimos algún deseo o vemos cumplida alguna ilusión. Proporciona una agradable sensación de bienestar, de seguridad y energía.
TRISTEZA: Aparece ante la pérdida de algo importante o cuando nos han decepcionado. Nos motiva a pedir ayudar.
¿Por qué es necesaria la educación emocional en la familia y en la escuela?
Las experiencias realizadas con programas de educación emocional en el ámbito educativo y familiar han conseguido resultados prometedores en:
– La reducción del consumo de sustancias adictivas, entre ellas tabaco y alcohol.
– El descenso de comportamientos agresivos en clase.
– Un menor porcentaje de conductas autodestructivas y antisociales.
¿Es posible enseñar a los niños a regular sus emociones?
La mayor parte de las conductas se aprenden, sobre todo de los padres, de los profesores y de las personas que rodean al niño. Para conseguir que el niño aprenda a manejar adecuadamente sus emociones es necesario que los padres y profesores cuenten con la suficiente información como para poder regular y controlar sus estados emocionales y facilitar que los niños los aprendan y desarrollen.
¿Cómo se puede desarrollar la educación emocional en los niños?
Algunos aspectos generales que resultan de vital importancia en el aprendizaje emocional son:
Los niños se irán formando a medida que los adultos les enseñen y practiquen con ellos. Dichas habilidades se pueden aprender aprovechando cada momento cotidiano en el hogar o en el aula.
Enseñar a controlar las emociones es diferente a reprimirlas. Es importante que el niño aprenda a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes.
Reforzar la idea de que todas las emociones son necesarias. No existen emociones buenas y malas.
Transmitir al niño que todos podemos aprender muchas cosas que nos ayuden a guiar y expresar nuestras emociones.
Aclarar que no podemos evitar las emociones.
Todos tenemos derecho a todos nuestros sentimientos, incluso los de temor.
¿Qué tipo de actividades pueden desarrollarse para que los niños aprendan a identificar, expresar y regular sus emociones?
Para facilitar la educación emocional la AECC ha elaborado una Guía Educativa en la que se proponen numerosas actividades, juegos y pruebas para que los niños adquieran, de forma lúdica, conocimientos básicos sobre las emociones: cuáles son, cómo funcionan y cómo se pueden controlar.
Para que resulte más fácil poner en práctica las pautas que ofrecidas en la guía proponen utilizar el juego interactivo del “Bosque encantado”: Es un juego para niños con edades comprendidas entre 7 y 9 años. Su finalidad es dotar de las estrategias de control emocional que puedan convertirse en elementos protectores de comportamientos de riesgo (consumo de tabaco y alcohol, comportamientos disruptivos y agresivos) en el futuro.